130 años de la primera Iglesia Metodista en el Uruguay
Celebramos 130 años de la organización solemne y formal de la Primera Iglesia Metodista Episcopal en el Uruguay (IME), el 19 de junio de 1878, al constituirse la Conferencia Trimestral, órgano máximo de una iglesia metodista local en aquel entonces. Este acto representó la voluntad de la Iglesia Metodista de hacerse uruguaya.
Ya existían en el país otros evangélicos, desde los días aciagos de la Guerra Grande: los anglicanos con su templo desde 1844, los luteranos a partir de 1846, los valdenses desde 1857, los colonos suizos reformados desde 1861. Pero todos ellos sólo buscaron un espacio para poder ministrar a las necesidades religiosos de su propio pueblo de origen.
En cambio, la Iglesia Metodista es la primera que viene para anunciar el evangelio de Jesucristo y para formar comunidades eclesiales para y con los “hijos del país”. Como ha dicho el historiador Alberto Methol Ferré: “el protestantismo ingresa verdaderamente en la vida uruguaya, a través de los metodistas” (Las Corrientes Religiosas, p. 45)
Efectivamente, cuando la IME viene con Thomson ya designado pastor en 1869, es para quedarse. Y la intención es netamente misionera y evangelizadora. Se predica en español y toda la liturgia es en el idioma del pueblo oriental.
Se adquiere el local de la antigua Escuela Filarmónica de la calle Treinta Tres nº 266, y se la adapta para la predicación, la enseñanza y demás actividades de la incipiente congregación. Así se va formando la primera masa de creyentes y adherentes, que incluye 500 asistentes a los cultos de predicación, 200 a la Escuela Dominical de Educación Cristiana y 100 participantes en reuniones de oración y Estudio Bíblico.
Esta es la base sobre la cual su sucesor, el Dr. Thomas B. Wood, procede a organizar la Primera Iglesia Metodista Episcopal. Se envía una circular a todos los interesados, dándose la opción de ser miembros en plena comunión, en probación, como adherentes o educandos, con los respectivos requisitos y responsabilidades. Se abre el Registro de Miembros Fundadores (al que seguirá un Registro de Bautismos y Matrimonios), se convoca a una Asamblea de Miembros, habilitando a los futuros miembros a proponer los nombres de personas para las 7 juntas y comisiones que constituyen la Conferencia Trimestral: ecónomos, predicadores, exhortadores, guías de clase, superintendentes de escuelas dominicales y fideicomisarios.
Este acto de organización constituye ya un primer paso fundamental para la ciudadanía uruguaya de la nueva iglesia. Porque se trata, ni más ni menos que de dar forma a una iglesia democrática y participativa, de acuerdo con la “Constitución y disciplina de la Iglesia Metodista Episcopal”.
No hay que engañarse en 1878 esta es una novedad subversiva, algo extraño a la experiencia centenaria, por no decir milenaria, de una iglesia establecida, del Estado o sostenida por el Estado, y bajo el gobierno de un jerarquía clerical. Así lo aclara el Dr. Wood en un leguaje polémico muy propio de los tiempos y de esta primera etapa: “Se da a los miembros en general una ingerencia en la administración de los intereses de la Iglesia tanto morales como materiales, haciendo imposible la sacerdocracia así como cualquiera otra especie de explotación, y desarrollando la actividad y habilitad de todos los miembros” (Circular al los Miembros y Amigos).
La Iglesia Metodista se hace uruguaya no sólo hacia adentro sino hacia fuera. El insumo eclesial metodista, aunque venga desde afuera, no es extraño al ambiente que vive el Uruguay finisecular. No responde sólo a una estrategia misionera exógena, responde a una necesidad endógena: la búsqueda uruguaya de libertad y progreso para ingresar en la modernidad. Y aquí se presenta una opción cristiana y evangélica para responder a esa búsqueda. Esa es la coyuntura histórica, el comienzo de la inculturación.
La Iglesia Metodista uruguaya naciente se vio involucrada desde el vamos en la problemática uruguaya. Los primeros líderes que llegaron, Thomson y Wood, no le sacaron el cuerpo. Tanto ellos como los que se formaron con ellos y les siguieron en estas primeras décadas del siglo, no tenían la menor duda de que el Evangelio de Cristo no sólo puede satisfacer las necesidades espirituales de las personas y sus familias sino transformar la sociedad entera.
La Iglesia Metodista viene casi junto con el ferrocarril y la luz eléctrica, pero sobre todo llega en medio de un borbollón de discusión de la “cuestión religiosa”, un campo de batalla ideológico entre masones y jesuitas, liberales y clericales, racionalistas y positivistas.
Los predicadores predican el Evangelio desde las Escrituras pero también arremeten contra todo lo que contradiga el espíritu del evangelio tanto en la Iglesia tradicional como en la sociedad. Thomson lo hace desde el púlpito y desde las tribunas del Club Universitario. Wood, quien es también, además de un gran maestro, un organizador y un escritor de fuste, un consumado polemista, continúa esa labor semana a semana en el “El Evangelista”, el primer periódico protestante en América Latina, durante los diez años de su residencia en Montevideo (1877- 1886). Sus temas son los temas candentes de la vida intelectual y social del Uruguay, particularmente los relativos al cristianismo y su rol en la sociedad.
Uno de esos temas candentes es el de la educación pública. En 1878 durante el tercer año del gobierno del coronel Lorenzo Latorre, cuando se tramita la Reforma Educativa de José Pedro Varela, convertida en ley en 1879, “El Evangelista” y toda la Iglesia Metodista montevideana, apoya entusiastamente “la creación de la Escuela pública, gratuita, laica y obligatoria”. Cecilia Güelfi, miembro de esta iglesia, y colaboradora directa de José Pedro Varela en la Dirección de Instrucción, deja su cargo para crear, con la colaboración de su hermano Antonio Güelfi, escuelas evangélicas gratuitas en el centro y en la Aguada, que más tarde pasarán a formar el Instituto Crandon.
Desde entonces, los metodistas hemos podido apoyar a la escuela pública vareliana, a la vez que ofrecer educación privada con los programas oficiales pero con el aditamento de una orientación cristiana, sin ver en ello ninguna contradicción…
Obispo (Emérito) Mortimer Arias
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