A propósito del Pentecostés… Wesley y el Espíritu Santo

Es tiempo de Pentecostés, en que celebramos, 50 días después de la Pascua de resurrección de Jesús, la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles y al pueblo.

¡Imposible pensar en Wesley y el movimiento Metodista sin considerar la persona y la acción del Espíritu Santo!

En el conocido cuadrilátero metodista – Biblia, Razón, Experiencia y Tradición – la Experiencia ocupa un rol trascendental, pues, por más que se conozca la Biblia, se haga buen uso de la Razón, se tome en consideración la Tradición, para Wesley, sin la Experiencia clara y concreta de fe, de salvación y de santidad, lo demás pierde valor.

Y es principalmente ahí, en la experiencia espiritual personal y comunitaria, que juega un rol primordial el Espíritu Santo. La presencia transformadora y continua del Espíritu Santo fue énfasis y característica fundamental en el movimiento Metodista.

En la herencia Wesleyana, el Espíritu Santo

  • actúa en la llamada Gracia preveniente – está en acción en todos los seres humanos ayudándoles a abrirse a Dios y a convertirse;
  • también se hace presente para ayudarnos a tener fe en el amor perdonador de Dios en Cristo, por lo tanto, en la Justificación por la Fe;
  • hace posible la experiencia del nuevo nacimiento en Cristo, recreándonos por la Gracia.
  • da testimonio a nuestro propio espíritu de que somos perdonados por la gracia de Dios y que somos sus hijos.
  • Es la fuente de fuerza y poder que nos impulsa a la misión y al servicio al prójimo, como individuos y como comunidad, dónde estemos.

Juan Wesley, desde muy joven en Oxford, buscó hacer la voluntad de Dios y mantenía una práctica religiosa muy intensa, llegando a ir en misión a Estados Unidos, donde tuvo una muy mala experiencia.

De vuelta a Inglaterra, hombre inquieto, deseaba intensamente una experiencia personal con Dios, sin la cual todos sus deseos de servicio y proyectos de vida le sonaban vacíos. Su hermano Carlos y otros amigos participaban de la misma búsqueda, inspirados en experiencia con los moravos (Hermandad de Moravia es la iglesia evangélica pre-luterana más vieja de Europa, luego de la Iglesia Evangélica Valdense).

Finalmente, el 24 de mayo de 1738 Wesley encontró lo que tanto buscaba.

Tres días después que su hermano Carlos, Juan Wesley tuvo su profunda experiencia con Dios. Sintió arder su corazón de una manera extraña. Sintió que confiaba en Cristo, y en Cristo solamente, para su salvación. Y recibió la seguridad de que Él había borrado sus pecados y que lo salvara de la ley del pecado y de la muerte. Se puso entonces a orar con todas sus fuerzas por aquellos que más lo habían perseguido y ultrajado. Después dio testimonio público ante todos los asistentes de lo que sentía por primera vez en su corazón.

¡Era tiempo de Pentecostés en el calendario litúrgico y en su vida!

Pero esto no significó el final de las dudas que albergaba Wesley en su corazón. Inquieto, luego viajó a Alemania donde pasó algunos meses entrevistándose con referentes moravos, tratando de aclarar sus ideas y madurar su experiencia.

Fundamentalmente su problema era, y cada vez más, con lo moravos de Inglaterra, que tanto lo habían inspirado en su búsqueda. Ellos creían en la “plenitud de la fe” (seguridad) a partir de la experiencia de conversión, evidenciada por la medida total de los frutos de la fe (amor, alegría, paz) como expectativa necesaria del verdadero (o sea, el único “real”) cristiano. Wesley no lo sentía así. “Las preguntas surgían de su propia experiencia (y de la experiencia de otros), de la tradición de su propia Iglesia (Anglicana) y de las Escrituras. La tensión se puede percibir claramente en diversos memorandos de auto-examen que Wesley escribió entre octubre de 1738 y enero de 1739. El primero vino luego después de haber llegado a Oxford en octubre, cuando midió su estado espiritual de acuerdo con la con la dirección dada por el Apóstol Pablo: “…si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Wesley destacó cinco condiciones para hacer el test: Primero, sus juicios ahora eran nuevos: de él mismo, de la felicidad, de la santidad… Segundo, sus proyectos eran nuevos… Tercero, sus deseos eran nuevos… Cuarto, su conversación era nueva… Quinto, sus acciones eran nuevas. Basado en las evidencias de su experiencia, Wesley juzga que era, en verdad, una nueva criatura en relación a los cuatro primeros criterios. Pero en el último era insuficiente. En relación a los “frutos del Espíritu”, la evidencia de Wesley era un tanto desalentadora: él encontraba una cierta cantidad de paz, paciencia, gentileza, mansedumbre, templanza; entretanto, en otras áreas él realmente dejaba a desear.  Pero, aun así, se sentía lleno de esperanza y con alguna confianza de que es un hijo de Dios.

Con el tiempo pasó a hacer distinción entre seguridad de la fe y seguridad de la salvación. La primera, una convicción del perdón presente, él todavía consideraba importante y quizá necesaria como una expectativa normal para el cristiano, pero la última, basada en la esperanza de la perseverancia y en la promesa de la salvación final, era rara y no debería ser necesariamente esperada, y aún menos exigida. La plenitud de la fe, escribió, no es nada más ni menos que la esperanza: una convicción, forjada en nosotros por el Espíritu Santo, para que tengamos una parcela de la fe verdadera en Cristo, y de que Él ya nos ha justificado; por lo tanto, si continuamos a vigilar, y a luchar y a orar, Él gradualmente se tornará “nuestra santificación aquí, y nuestra total redención en la vida futura”.

El metodismo, como movimiento de renovación y reavivamiento, tanto en Inglaterra cuanto posteriormente en Estados Unidos, tuvo que enfrentarse constantemente con tendencias consideradas como fanatismo religioso. Wesley no hesitó en aceptar manifestaciones radicales de la obra del Espíritu Santo, pero también era bastante cuidadoso en someter esas experiencias a las normas bíblicas para testear la autenticidad de las mismas. Para él era mucho más importante enfatizar los dones ordinarios: amor, paz, alegría.

En este tiempo de Pentecostés – y a cada día – es tiempo oportuno preguntarnos:

  • ¿Sentimos que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro propio espíritu de que somos perdonados por la gracia de Dios y que somos sus hijos e hijas?
  • ¿A que nos desafía y mueve, como Iglesia Metodista en el Uruguay, el Espíritu Santo hoy?

 


Mercio Meneghetti – Mayo de 2020
Fuentes: 
  • – Heitzenrater, Richard P. Wesley e o povo chamado metodista. Editeo, S.B.do Campo, 1996.
  • – Sitio Web del Consejo de Iglesias Evangélicas Metodistas de América Latina y el Caribe.
  • – Apuntes personales

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