Conociendo Nuestra Historia – Parte II
Serie Conociendo Nuestra Historia – Parte 2
Un poco sobre Metodismo
“El mundo es mi parroquia” afirmó Juan Wesley, fundador el metodismo, en la Inglaterra del siglo XVIII. La intención de Wesley al formar e incentivar grupos, era reformar la decadente Iglesia de su tiempo. Su preocupación primordial: servir plenamente a Dios, siendo la santificación el objetivo de la redención y de la vida cristiana. Y la fe el único camino para alcanzarla, una fe viva, vivida y no una mera aceptación oral de las doctrinas de la Iglesia.
Para Wesley la Biblia, la Tradición, la Experiencia y la Razón eran las fuentes fundamentales de la Teología. La frase … soy yo un hombre de un solo libro… muestra de forma clara la gran importancia que él le daba a las Escrituras, evitando la interpretación literal de las mismas.
Los grupos formados en el movimiento metodista naciente se destacaron por:
- la conversión personal, el reconocimiento de Jesucristo como Señor y Salvador que lleva a cambiar la forma de vivir tanto en lo individual como en lo comunitario;
- la evangelización como su principal objetivo;
- la formación, organización y multiplicación de grupos (sociedades, clases) para oración, estudio de la Biblia y acción delante de las realidades de la época, sirviendo en y hacia la comunidad;
- la constante participación laica y formación de liderazgo;
- el servicio como expresión de fe reconocido como parte de la espiritualidad;
- el uso de un lenguaje entendido por quienes se acercaban;
- el compromiso y la disciplina constantes.
Lo que nació como movimiento (dentro de la Iglesia oficial de Inglaterra), como tal se multiplicó por el mundo de diversas maneras y en 1884 se hizo Iglesia en los Estados Unidos. En nuestro país el metodismo llegó en 1836 a través de visitas misioneras desde Buenos Aires. En 1868 se inició todo el proceso de instalación formal, concluido en junio de 1878.
Por tanto, hace 280 años (en Inglaterra) y casi 140 años (en Uruguay) que para los/las metodistas la vida cristiana – comunitaria y personal – es la expresión verdadera de su experiencia con Jesucristo como Señor y Salvador. Esta opción requiere disciplina y compromiso. El ser cristiano/cristiana significa asumir cambios en la vida personal y comunitaria que reflejen el nuevo nacimiento en Cristo. Nueva vida en la cual el amor a Dios y al prójimo son elementos fundamentales.
El Metodismo se caracteriza:
- Por su pasión evangelizadora, proclamando la Buena Nueva de Jesucristo para todas las personas.
- Por un llamado al compromiso permanente con todas las criaturas (pensando en toda la Creación en su integralidad).
- Por el ejercicio de una fe que no debe limitarse a las palabras sino que debe reflejarse en las acciones, “…cristianismo práctico que tiene como fuente de conocimiento a Dios, a la Naturaleza, a la Razón, a la Tradición, a la experiencia cristiana, a la vivencia de la comunidad de fe, siempre confrontadas por el testimonio bíblico, que es el elemento básico de la revelación divina, interpretada a partir de Cristo.” (del Plan para Vida y Misión de la Iglesia Metodista en Brasil – 1982)
En la Consulta realizada hace algunos años en Londres, organizada por la Iglesia Metodista de Gran Bretaña y de la cual participaron muchos metodistas de todas las regiones del mundo, fue factor común:
- El reconocimiento de que (como cristianos y metodistas) debemos encontrar caminos alternativos delante de las realidades del mundo actual. Encontrar nuevas metodologías de Evangelización.
- La necesidad de recuperar la dinámica de movimiento en una Iglesia Metodista que desea crecer en un mundo cambiante y en crisis.
- El énfasis en “hacer del mundo” ¡nuestra parroquia! Observen que se sustituye el “mi parroquia” por “nuestra parroquia” sumando así al compromiso personal el compromiso comunitario de la constante proclamación de la Buena Nueva (Evangelio) de Jesucristo.
- El encontrar formas de vivir la unidad a través de la conexionalidad, estableciendo vínculos que consideren (y respeten) diferencias culturales y teológicas (desde que estas no afecten el centro del mensaje cristiano).
- Reconocer el mandamiento del amor y la importancia de hacerlo vivo en cada congregación metodista hoy.
- Buscar, cada vez más, las autonomías locales. Cada congregación debe comprometerse y esforzarse para ejercer una verdadera mayordomía de los dones personales y comunitarios como también de los recursos financieros y patrimoniales.
Por supuesto que todo esto nos invita a mirarnos (cada metodista, cada congregación, cada circuito) y volver a preguntarnos:
- ¿Cómo ser Iglesia Metodista en el Uruguay de hoy, fiel a la Misión de Dios, aceptando la realidad de cambio contextual y social, reconociendo que hay que pensar con cuidado en el futuro para no correr el riesgo de “morir” por falta de crecimiento?
- ¿Cómo ser creativos/as e innovadores/as?
- ¿Con qué recursos contamos para llevar adelante la Misión? ¿Cómo ejercemos la mayordomía de dones y recursos?
- ¿Cómo hacer discípulos/as?
- ¿Cómo entendemos el crecimiento, solo nos concentramos en números o va más allá?
- ¿Trabajamos el servicio al prójimo como una lucha constante por la vida plena para todos/as, la realización de la justicia, la práctica de la solidaridad o como asistencialismo?
Es importante contestar estas preguntas en comunidad, a la luz de los planes misioneros previamente establecidos. Solo así podremos tener claro qué debemos continuar realizando; qué necesitamos ajustar; qué debemos innovar.
¡Bendiciones en la tarea!
Pastora Mg. Inés Simeone
ver Conociendo Nuestra Historia – parte III
Categorías: Historia