Recordamos al pastor Diego Frisch
Diego Eduardo Frisch Mancioni
• 03/01/1937 – † 17/04/2021
Ruth Watson Pallister
• 15/1/ 1940 – † 8/3/2021
Era alto, rubio y delgado. Su apariencia física y su formalidad se asemejaba a la de un típico inglés. Sin embargo, a poco de conocerlo descubrimos que era tan criollo como cualquier otro uruguayo. Lo más destacable en él era su sensibilidad y ternura. Aunque tímido y de pocas palabras, su vocación pastoral le brotaba en sus gestos y actitudes ante los demás, siempre atento y abierto a escuchar. Le importaba las condiciones de vida de la gente; compartía el dolor de los más pobres y sufrientes, le dolía la injusticia.
A partir de entonces llevó a cabo un extenso pastorado itinerante en diversas congregaciones y obras sociales de la IMU: Sarandí Grande, Paso de los Toros, Durazno, Salto, San Pablo, Teniente Rinaldi, etc. Incluso durante un período de varios años estuvo al servicio de la Iglesia Metodista de Inglaterra, regresando a Uruguay en 1990. Es muy recordado sobre todo por su trabajo con grupos de niños, jóvenes y familias carenciadas en obras sociales; dedicó mucho tiempo a la tarea de visitación y acompañamiento, especialmente a personas solas, enfermas, o que necesitaban consuelo, fueran miembros activos de la Iglesia o no. Su principal don era la compasión hacia los postergados y sufrientes.
Para confirmar estas palabras quiero compartir la experiencia vivida en un momento crucial de mi vida personal, familiar y comunitaria, en el cual Diego jugó un rol providencial. Atendía yo como pastor las iglesias de Trinidad (Dpto. Flores) y Durazno. En junio de 1972 un Comando militar me detiene bajo Medidas Prontas de Seguridad, quedando mi familia y ambas congregaciones desamparadas. Diego era pastor residente en Sarandí Grande (Dpto. de Florida), y de allí viajaba semanalmente a Paso de los Toros para atender la comunidad de ese lugar. Al enterarse de la situación, acepta el pedido del Consejo Ejecutivo de atender pastoralmente a mi familia y a la congregación de Durazno. Era un desafío que implicaba mucho riesgo, pues varios miembros de la iglesia tenían familiares presos, que necesitaban apoyo y acompañamiento. Y la represión y la vigilancia funcionaban en el régimen militar. Pero Diego asumió con valentía esa responsabilidad realizando un trabajo silencioso para atender pastoralmente situaciones humanas muy dramáticas. Por supuesto que era consciente del peligro que diariamente corría. De hecho, poco tiempo después él mismo fue detenido y torturado en el cuartel de Florida, investigado por su trabajo con jóvenes de su comunidad.
Este es un ejemplo de compromiso cristiano, motivado por la fe y el amor a los más desamparados, sin amedrentarse ante las amenazas y peligros. Ese gesto ha quedado para siempre guardado en mi memoria, y la gratitud de tantas familias de ese lugar. ¡Gracias Diego por ese testimonio que seguramente el Señor lo estaba bendiciendo!
…
Estamos seguros que la vida tanto de Diego como de Ruth no han sido en vano. Porque han pasado por este mundo sembrando amor, fe y esperanza a raudales. Esas semillas darán abundantes frutos, en sus familiares que les sobreviven, en sus amigos y seres queridos, en las comunidades y personas que recibieron de ellos lo mejor que podían ofrecer: una vida de entrega sin reservas, como testimonio de fe en Cristo que perdurará para siempre.
…«Dichosos de aquí en adelante los que mueren unidos al Señor. Sí, dice el Espíritu, ellos descansarán de sus trabajos, pues sus obras los acompañan»
Apocalipsis 14:13
Pastor Ademar Olivera
Diego & Ruth, los tíos divertidos
En los 90s los tíos ingleses habían pasado a ser los tíos de Semana Santa cuando desde Birmingham volvieron al país para establecerse en Salto. Cada año mi familia emprendía al menos una peregrinación al norte en el viejo coche (casualmente inglés) Hillman Minx. Una aventura de múltiples paradas que nos llevaba el día. Salto se transformó en sinónimo de termas, paseos en bicicleta, un menú diferente al que estaba acostumbrado y ese sonido de máquina de escribir, que llegaba hasta la casa pastoral como metralla de sus dedos índices, cuando Diego preparaba los sermones en su oficina.
Años después en Montevideo pasaron a ser también tíos vecinos. Los domingos se convirtieron en un ritual multitudinario de almuerzo en el jardín con té de cedrón y juegos organizados por la apasionada y competitiva Ruth. Algunas veces eran jornadas familiares, otras tantas un desfile de variadas amistades, visitantes exóticos, voluntarias y un gran etcétera.
En los últimos años Diego venía ordenando sus memorias que incluían aventuras en tranvías, bicicletas, trenes que subían balsas para cruzar el Río Negro y lavanderas. Pero también tenía, bien guardadas en su mente, otro tipo de historias.
Alguna tarde, té mediante, abrió su corazón a las siguientes generaciones que lo rodeaban. Una de esas lágrimas cayó recordando su segundo viaje a Inglaterra a pedir la mano de Ruth. Su futura suegra no reaccionó como imaginaba. Siendo forastero lo habían tratado como a un hijo, esta vez, venía a robar a su hija menor y llevarla a los confines del mundo.
La otra lágrima cayó recordando su momento más oscuro. En octubre de 1974, a poco más de un año de dictadura en la ciudad de Sarandí Grande, el joven pastor metodista era detenido junto al párroco de la Iglesia Católica local, el director del hospital y un grupo de jóvenes católicos y metodistas. Diego pudo detallar algunas de las torturas físicas a las que fue sometido por 18 días. Intentaron torturarlo mentalmente con amenazas y mentiras sobre abusos a su mujer, lo que no sabían es que Diego sentía el infierno, pero también que Dios estaba con él.
«Un día vino una autoridad militar, y luego de insultarme me preguntó cuando iba a declarar todo lo que sé. Contesté que ya había respondido y no había hecho nada malo.
_Veo que no cambia su actitud, le doy hasta el próximo martes, si no lo hace lo llevamos a una fosa abierta y le disparamos ahí mismo. Ese será su final.
_ No se preocupe, sé que mi mujer e hijos estarán orgullosos de mí. No tengo miedo, porque estaré con Dios, ¿usted puede decir lo mismo? El hombre se dio vuelta y nunca más apareció»
Si las situaciones límites definen a las personas creo que esas anécdotas dicen mucho de su sensibilidad y fe. Era además un gran defensor de las minorías y coleccionador compulsivo de riqueza medida en amistades. Siempre pensaba en los demás; creía, y llevaba a la práctica, que la vida era una gran rueda de favores. Su empatía, curiosidad y paso enérgico lo hacían estar en toda actividad posible junto a su inseparable compañera de vida.
Pensar en Diego es pensar en Ruth y viceversa, por eso desde que Ruth fue diagnosticada con leucemia en octubre comenzaron tiempos difíciles para ambos. La caída en la calle de Diego en febrero (durante la última internación de Ruth) fue literal y simbólica. Pasó muchos días inconsciente en CTI pero logró reaccionar cuando Ruth se despedía del hospital. Despertó lúcido tres días después, para preguntar y saberse viudo hacía apenas unas horas. Lentamente fue recuperando su memoria y hasta logró seguir por Zoom el homenaje organizado a Ruth por su familia en Inglaterra a un mes del fallecimiento. Pidió la palabra y habló claro tanto en español como inglés, bendijo su vida y finalmente pudo hacer su duelo.
Sobre sus últimos días su sobrino Federico recuerda:
La primera noche de su vuelta del hospital, Diego despertó en la madrugada, pidiendo que le prendan la luz. Cuando llego a su cuarto nervioso a ver qué pasaba, me preguntó preocupado _¿A qué hora sale el barco? Lo que pareció un delirio propio del soñar despierto, ahora cobra sentido.
El barco simboliza su travesía hacia el encuentro con Ruth… en barco fue su primer viaje a Inglaterra, donde se conocieron. Un segundo barco lo llevó a pedirle a Mr. Watson la mano de su hija menor. Y fue un tercer barco el que acercó a Ruth definitivamente a su vida, en Uruguay, para unirlos para siempre.
¿A qué hora sale mi barco? ¿Dónde están mis zapatos?
Perdón Diego, en ese momento no supe la respuesta y simplemente dije: “Son las 5 de la madrugada, falta para que salga el barco, volvé a dormir”.
Hoy, me vengo a enterar que tu barco zarpó desde Montevideo el sábado 17 de abril, a las 22.10. Espero que hayas encontrado tus zapatos para viajar más cómodo. No sé si el encuentro con Ruth será inmediato, o si este barco demora unos días en arribar, pero ahí va a estar Ruth del otro lado, esperándote, recién llegada, y te va a recibir con un Ay Diego, no esperaba que vengas TAN PRONTO.
Marcelo Bolioli
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