Mensaje de Pascua de la FFEMU
¿A QUIÉN BUSCAS?
¡Qué semana! ¡Sobre mojado, llovido! Después de la alegría de preparar la celebración de la pascua compartida, discípulos y discípulas se enfrentaron a la prisión y el juicio; la negación, el castigo corporal, la condena y crucifixión de Jesús. ¡Y los temores propios! El escarnio y el sufrimiento excruciante de Jesús, la deshonra y el “exilio” forzado se unieron al apuro por enterrar el cuerpo destrozado del Maestro amado de acuerdo a las leyes judías: antes de ponerse el sol y el comienzo del sábado. Es entierro que se realiza entre susurros y trámites “fuera de hora”, en una tumba nueva, aprovechando la influencia de un miembro del Sanedrín, lejos de la tradición de yacer junto a sus ancestros. Cerrar las puertas, no dejarse ver es lo que escogen muchos. La familia y amistades no pudieron siquiera preparar su cuerpo y mucho menos el duelo según la tradición: nada de lamentos, nada de expresiones de afecto, nada de cantos y salmos. Y para rematarla, las mujeres, que acompañaron todo lo ocurrido hasta el final, quedan a la espera durante un día. Y el cuerpo solo, en la oscuridad y silencio de la tumba sellada. Pero custodiado por guardias…no sea cosa que “se lo llevaran”.
¡Qué semana! ¡Sobre mojado, llovido! Pero no tanto…Llegan las mujeres a la tumba, corriendo, con lágrimas en los ojos, en las manos perfumes y ropas, preocupadas por el peso de la piedra que tendrían que mover para entrar, pero sin temor al qué dirán ni a lo que les pudiera suceder. Sorpresa inesperada: la tumba está abierta, el cuerpo ausente, escuchan palabras de ánimo, un mensaje y un mandato: no tengan miedo, Jesús ha resucitado y va delante de ustedes, vayan rápido y avisen a sus discípulos que en Galilea les espera. (Mateo 28.1-15)
El Jesús que amaban y vieron morir en la cruz, ¡es ahora Jesús, el Cristo Resucitado! El dolor, terror y horror de la crucifixión entró a la tumba pero la vida, esperanza y promesa de nueva creación salieron de allí. La ambición y la sed de poder entraron al sepulcro, pero de allí surgió el deseo de un poder compartido basado en el amor; una manera de pensar y ser trivial y fútil fue trasformada en vida significativa; el acomodo y la conformidad dejaron de ser y la creatividad y compromiso salieron a la luz. Atrás quedaron la frustración que se trasforma en plenitud; el temor y el enojo dejaron paso al perdón; la prisión del dogma y la doctrina-ley abrió las puertas para que saliera a relucir la espiritualidad auténtica y vivencial, a imagen y semejanza de Dios.
De ese lugar se levantó con fuerza el Dios que no es nada más ni nada menos que el amor “ágape”, incondicional. Es de la tumba donde reposó el cuerpo físico-humano de Jesús que surge el cuerpo espiritual de Cristo, su Iglesia. Los romanos querían que sus heridas y sufrimiento fuesen escarmiento, pero para las primeras comunidades cristianas fue lo opuesto, comenzando por las mujeres: ellas que miraban de lejos, que eran dejadas a un lado y no tenían voz ni voto en sus propias vidas pasaron de ser discípulas a primeras evangelistas, mensajeras, apóstolas. ¡Qué semana! Lo que parecía el fin de la historia de Jesús, el fracaso de una hermosa y apasionante experiencia, se convierte, por su resurrección, en el comienzo de algo nuevo.
¿Y tú? ¿Y yo? ¿Dónde hemos estado esta semana? ¿Preparándonos para celebrar en el día de Pascua de Resurrección la salvación que por gracia recibimos? ¿Cómo? ¿Buscando con ansias a Jesús, ¿el Cristo, o simplemente mirando pasar el cortejo, los acontecimientos desde lejos y cuando las cosas se pusieron feas nos fuimos a casa o a un lugar seguro? Es fácil y lindo celebrar la Pascua de Resurrección con comida sabrosa, huevos y conejos de chocolate para los niños y niñas, muchas flores en el templo, himnos alegres…Pero, ¿escuchamos el mensaje y el mandato que las mujeres siguen pregonando desde hace siglos? ¿Estamos dispuestes a resucitar junto con Cristo, a ser como Cristo en el mundo, a ser su cuerpo y como tal, ser partido y repartido en ofrenda de amor?
¡Qué semana! Sobre mojado, ¡llovido! Pero…no todo está perdido. Las aguas del cielo, las tormentas de las guerras, la indiferencia de la gente y la angurria por el lucro que asfixia y mata sin ton ni son, nos recuerdan el mandato de cuidar de la creación, de cuidarnos y amarnos sin distinción de ninguna clase. ¿Cuáles son las piedras que hoy nos impiden llegar a Cristo? ¿Cuál es la cruz en la cual aún estoy suspendida? ¿Qué resentimientos me paralizan y me impiden avanzar y tomar la mano que Cristo me extiende? ¿Cuáles los temores y estructuras y egos que han momificado mi corazón y el corazón de nuestras comunidades de fe?
¡Que semana la que pasó! No tiene por qué repetirse: no todo está perdido. Tenemos lo importante para transformar lo que es: fe, esperanza y principalmente, amor. “Tú y yo en comunión, adorando al mismo Dios, que alegría de volvernos a encontrar”. Encontrarnos y ofrecernos como ofrenda viva para que Cristo, el resucitado, siga viviendo eternamente. Somos su cuerpo, pueblo de la Resurrección. ¡Cristo resucitó! ¡Verdaderamente Cristo resucitó!
“…a la noche de sombras sucede una aurora radiante de luz.
Porque Él murió por nosotros, y por su resurrección
En nuestros propios calvarios, Señor, brilla hoy la esperanza” (Ob.F.Pagura)
Eunice
Miguelete, Tiempo Pascual, 2024
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