Sermón sobre Juan Wesley y la vivencia de la fe a través del amor
Nos dice la Palabra:
“Hijos míos, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios; pero, si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y también su amor estará en nosotros… Sabemos, y creemos que Dios nos ama, porque Dios es amor. Cualquiera que ama a sus hermanos está íntimamente unido a Dios”. (1 Juan 4: 11-16)
“…mis seguidores van a permanecer en el mundo. Por eso te pido que los cuides, y que uses el poder que me diste para que se mantengan unidos, como tú y yo lo estamos. Mientras yo estaba con ellos, los cuidé con el poder que me diste, y ninguno dejó de confiar en mí… Les he dado tu mensaje, y por eso los de este mundo los odian, pues ellos ya no son como esa gente, y tampoco yo soy así. No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del Mal. Yo no soy de este mundo, y tampoco lo son ellos. Tu mensaje es la verdad; haz que al escucharlo, ellos se entreguen completamente a Ti. Los envío a dar tu mensaje a la gente de este mundo, así como tú me enviaste a mí. Toda mi vida te la he entregado, y lo mismo espero que hagan mis seguidores.” (Juan 17: 11-19)
Estos textos están repletos de afirmaciones que provocan y desafían a quienes vivimos en un tiempo complejo como el actual. Seguro que todo esto fue leído e interpretado por cristianos y cristianas a través del tiempo, cada cual desde su lugar, cultura, contexto, cada cual con sus problemas y sueños, cada cual con sus luchas. Imaginemos tomar algunas de las afirmativas y situarlas a través de cualquier tiempo histórico, estoy segura que se adaptan sin problema. ¿Quién, que se confiese cristiano o cristiana, no afirmaría qué?
- Hay amarse unos a los otros
- Dios vive en nosotros
- Su amor está en nosotros
- Cualquiera que ama sus hermanos está íntimamente unido a Dios
Dice el Evangelio que Jesús después de haber anunciado que llegaba su hora, ora y, entre muchas otras cosas, le pide a Dios en su oración:
- Que cuide a quienes lo siguen;
- Que use el poder que le dio a él (Jesús) para que quienes lo siguen se mantengan en unidad;
- Que no los quites del mundo sino que los proteja del Mal;
- Que ellos se entreguen completamente al escuchar su mensaje de verdad…
Y finalmente los envía (a quienes lo seguían) a llevar el mensaje de Dios entre la gente de este mundo… ¡entregando sus vidas a esto…!
Todo esto ha sido adaptado a través de los siglos de diferentes maneras, aunque entiendo que estos grandes desafíos, siempre los tenemos, y a ellos les sumamos:
- ¡conservar el corazón del mensaje! Esto es, el verdadero sentido de las palabras de Jesús.
- Ser fieles en la interpretación de la Palabra.
- Escuchar, interpretar, sentir y “encarnar” todas estas palabras de la Palabra.
Cuando, en un día como hoy, queremos recordar a Juan Wesley, nuestro fundador, las palabras bíblicas leídas nos provocan e invitan a extraer de la memoria muchas opciones y acciones por él realizadas hace casi 3 siglos, que nos desafían hasta hoy.
Sabemos, casi todos, que Juan Wesley dedicó más de 30 años de su vida a buscar sentir a Cristo en su corazón. Sabemos también que mientras buscaba esto no se quedo paralizado si no, al contrario, buscaba y actuaba como un “casi, casi cristiano”… (¿recuerdan el Sermón El Casi Cristiano – de Wesley?)
El 24 de mayo se cumplen 278 años de su experiencia personal de fe. Experiencia que no solo fundó un movimiento, cambió su vida personal y su relación con los demás.
Al terminar su sermón “El Casi Cristiano” Wesley dice que:
En primer lugar, amar a Dios, porque así dice la Palabra: “…amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas…”
En segundo lugar, el amor al prójimo: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo…” ¿Quién es el prójimo? Toda persona en este mundo…no podemos en modo alguno exceptuar a nuestros enemigos, ni a los enemigos de Dios y de sus propias almas…todo cristiano ama a los tales como a si mismo, “…así como Cristo los amó.
Hay todavía una cosa más que se requiere para ser completamente cristiano… se trata del fundamento de la fe…que no puede separarse del amor de Dios ni del amor al prójimo, pues está implícita en el ser cristiano por entero…
En esto, que nadie engañe a su propia alma. Ha de notarse “...que la fe que no produce arrepentimiento, amor y buenas obras…” no es la fe viva y verdadera de que hablamos aquí, “sino una fe muerta y diabólica…”
Para Wesley: el amor a Dios, el amor al prójimo, la fe que no puede separarse del amor de Dios ni del amor al prójimo, están implícitos en el ser cristianos o cristianas por entero.
Y esta fe debe producir arrepentimiento, amor, cambios y buenas obras. Debe llevar a un constante crecimiento hacia el amor perfecto. Esto es el fundamento de lo que se llama “santificación”, el final de este proceso es la perfección del amor. Nos dice Theodore W. Jennings, Jr, en su obra “Santificación y Transformación Social”,
que Wesley “en varios de sus sermones enfatiza la importancia de tener como meta la transformación total del ser humano. Por la gracia de Dios somos llamados a ser “perfectos como Dios mismo que está en el cielo es perfecto”. La perfección indicada aquí es la perfección del amor. No es algo que sobrepasa la humanidad, no es convertirse en un dios, sino llegar a estar tan lleno de amor, que no haya nada dentro de nosotros que impida la luz divina del amor. Llegar a ser transparentes al amor divino: éste es el destino del ser humano como reflejo y semejanza de Dios. Esto es lo que quiere decir la santificación total, o sea la perfección en el amor…”
¿Qué es necesario para entender lo que significa todo esto?
El profesor Jennings nos señala algunas dimensiones de la santificación:
- La santificación del corazón, la transformación de la vida personal;
- La santificación de la vida relacional, sobre todo enfocando nuestra manera de relacionarnos con las personas que nos rodean;
- La vida en el mundo, o sea la transformación de la vida en su aspecto económico;
- La transformación en la relación con los desamparados, los pequeños de Cristo Jesús;
- La transformación de nuestra vida en el proceso para convertirnos en representantes del amor de Dios en el mundo.
Estos aspectos mencionados no son pasos a seguir sucesivamente sino “dimensiones superpuestas que funcionan juntas en la vida cotidiana…”
Enfoquemos lo que tiene que ver con “La Santificación del corazón”.
Debemos considerar que cualquier transformación, metanoia, conversión, cambio en nuestras vidas
“tiene que producir frutos visibles si vamos a dar evidencia de la eficacia de la gracia santificadora. Una esfera clave para ver los frutos de esta transformación del corazón tiene que ver con nuestras relaciones con los demás, en especial con la gente con la cual llevamos relaciones más intimas: familiares, amigos y amigas, hermanos y hermanas en la comunidad de fe. Si vivimos en el Espíritu no guardaremos rencor y resentimiento, y empezaremos a perdonar a los demás. No tendremos envidia, vamos a dejar de juzgar y murmurar y hablar mal de los demás. El egoísmo de la carne nos conduce al rencor y al resentimiento. El corazón carnal es muy listo para juzgar y muy lento para perdonar.”
Y ¡Ojo con todo esto! El rencor y el resentimiento hacen mal al corazón, al cuerpo y a quienes nos rodean… ¡envenenan, enferman, y hasta matan! La envidia es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura por lo tanto es considerada un mal. Juzgar y Murmurar y hablar mal de los demás… ¡perjudica mucho a quienes lo hacen y principalmente a quienes lo reciben! En todos los tiempos y lugares todo esto ha sido muy pero muy malo para las personas y las comunidades a las que pertenecen. ¡Muchas veces nos impide de crecer como comunidades y aleja a la gente que quiere acercarse!
“El dejar de juzgar… está combinado con el perdonar a los demás”
En la oración en la cual Jesús le enseña a sus discípulos a orar incluye:
“Perdona el mal que hacemos así como nosotros perdonamos a los que nos hacen mal” (Mateo 6:12)
La prohibición de la murmuración y el chisme es una de las reglas más enfatizadas por Wesley en sus comunidades, él decía:
“Prácticamente no existe un aspecto negativo de nuestra personalidad que no sienta satisfacción criticando a otros, por lo tanto, nos sentimos inclinados a hacerlo. Resulta muy halagador para nuestro orgullo enumerar aquellas faltas de otras personas de las cuales sentimos que estamos libres. Damos rienda suelta a nuestra ira, a nuestro resentimiento y a toda suerte de actitudes cuando hablamos mal de aquellos o aquellas con quienes estamos disgustados…”
Por otro lado, y buscando motivar el cambio, la transformación que debía nacer en la “conversión” y ser resultado del amor en la práctica cristiana también decía:
“Si es que van a distinguirse de otras personas, lo quieran o no, procuren que la señal distintiva de un metodista sea ésta: jamás hablan mal de alguien a sus espaldas, y por este fruto los conocerán” (Obras III p. 219)
Todas estas palabras que nos llegan de Wesley, y que no son nuevas, deben hacernos pensar en nuestros pensamientos y acciones. ¿Cómo somos los/las metodistas de esta iglesia en este tiempo y lugar?
- ¿Nos distinguimos de los demás por el gran amor que hay en y entre nosotros?
- ¿Estamos repletos de frutos, tales como la compresión, el perdón, la armonía, la aceptación?
- ¿Cuál es el fruto por el cual nos conocen?
- ¿Buscamos, a cada día, crecer en Cristo por medio de nuestro crecimiento personal que – seguro – irá a resultar en crecimiento de la comunidad?
¡Son muchos los desafíos!
Termino este mensaje con las palabras de Jennings:
“El amor divino derramado en nuestros corazones quiere dar una señal muy persuasiva al mundo de la victoria del amor sobre la enemistad. El amor que vence al poder de la división y la enemistad llega a ser muy claro en la manera en la que los cristianos se tratan unos a los otros. “ (Santificación y Transformación social – Theodore W. Jennings, Jr.)
Predicado por la pastora Inés Simeone,
en el templo Betel de la Iglesia Metodista en el Uruguay
el 25 de mayo de 2014.
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