Un signo de Jesús de enorme significado
Carta Pastoral
El mes de julio cerró con una noticia de muy escasa difusión en los medios uruguayos, pero que debería hacernos pensar debido a su tremendo impacto en la vida del planeta, tanto en el corto como en el mediano plazo. La noticia recoge un informe de la ONG Global Footprint Network que plantea que este 1° de agosto la humanidad habrá consumido el conjunto de los recursos que la naturaleza puede renovar en un año y vivirá «en deuda» durante los próximos cinco meses.
El portal uruguayo de noticias 180 se hizo eco de este informe. A continuación, transcribo parte del artículo:
El 1 de agosto es la «fecha en la que habremos utilizado todos los árboles, el agua, el suelo fértil y los peces que la Tierra nos puede aportar en un año», explicó Valérie Gramond del WWF, vinculada al Global Footprint Network, que recordó que esta fecha llega cada vez más pronto.
«También habremos emitido más dióxido de carbono del que los bosques pueden absorber», añadió Gramond.
«Haría falta actualmente el equivalente de 1,7 planetas Tierra para satisfacer nuestras necesidades», subrayó el WWF en un comunicado.
El 1 de agosto es la fecha más temprana registrada desde que empezó a contabilizarse el «Día de Sobrecapacidad de la Tierra», a principios de los setenta. Entonces, los recursos fueron agotados el 29 de diciembre, mientras que el año pasado esta fecha ya se había adelantado hasta el 3 de agosto.
Desde entonces, «se aceleró el agotamiento de los recursos a causa del consumo excesivo y del derroche de comida», explica Gramond, quien recuerda que en el mundo un tercio de los alimentos termina en la basura.
Este despilfarro de recursos naturales varía según los países. «Tenemos responsabilidades distintas, ya que pequeños países poco poblados como Catar o Luxemburgo tienen una huella ecológica muy importante», criticó Pierre Cannet del WWF.
Si el conjunto de la humanidad viviera como los cataríes o los luxemburgueses, el «Día de Sobrecapacidad de la Tierra» sería el 9 y el 19 de febrero, respectivamente. En cambio, en un país como Vietnam, esta fecha no se produce hasta el 21 de diciembre.
«Tenemos que pasar de un grito de alarma a una llamada a la acción»… ¹
En referencia a esta noticia, adquiere aún más relevancia el texto del Evangelio propuesto para la reflexión en las iglesias el domingo pasado (29/7). El texto relata cómo Jesús alimentó a una multitud que sobrepasaba las cinco mil personas con solo cinco panes y dos peces. Si quieres leer el texto, lo encontrarás en el Evangelio de Juan, capítulo 6, versículos 1 al 15.
La escena es portadora de un signo, un signo tan significativo para la iglesia en los albores del cristianismo, que fue recogido por los cuatro Evangelios; cada uno de ellos con énfasis en diferentes aristas y enseñanzas en el orden teológico y en el orden humano.
Enfoquemos la atención en una de las enseñanzas referida al orden humano, haciéndole la siguiente pregunta al texto: ¿Por qué Jesús, cuando vio a la multitud, no la envió a sus casas, como lo indicaba la más estricta lógica que se deja entrever en la reacción de los discípulos? ² ¿Por qué asumió ese desafío cuando era evidente que los recursos existentes no iban a alcanzar para todos?
La enseñanza que se desprende es que Jesús desafía a los discípulos, y a la iglesia de todos los tiempos, a pensar con otra lógica. La actitud de Jesús es un reto a ver las necesidades de las personas y de las grandes mayorías del mundo con una lógica bien distinta a la imperante, no sólo en aquel momento, sino también en nuestro tiempo. Con su gesto Jesús marcará los parámetros de esa lógica alternativa caracterizada por la compasión, la solidaridad y la justicia.
Uno de esos parámetros es que nadie tiene que pasar hambre. No es voluntad de Dios, sino todo lo contrario; es un escandaloso pecado que multitudes inmensamente más numerosas que aquellos cinco mil del relato hoy estén condenadas al hambre y a la miseria. No responde a los valores humanos a los que Jesús convoca una economía que divide a la gente entre los que tienen y los que no tienen y da por sentado que las grandes mayorías podrán satisfacer sus necesidades básicas solo cuando el bienestar se “derrame” desde las minorías concentradoras de la riqueza, el lujo y la opulencia.
Otro parámetro de esa lógica alternativa a la que Jesús convoca, podría formularse así: las necesidades de los demás son tan importantes, son tan necesidades como las mías o las de mi grupo de pertenencia. No sería de extrañar que los discípulos hayan pensado «con estos cinco panes y estos dos peces nosotros probablemente nos podríamos arreglar, pero si los compartimos, será imposible satisfacer nuestras propias necesidades». La lógica del «yo primero» –o el «nosotros», de mi grupo de pertenencia–, solo deja margen para un concepto de solidaridad basado en los recursos excedentes. En ese caso, cuando los recursos son escasos, la solidaridad desaparece; se vuelve ilógica, y el necesitado –sea una persona o una multitud– comienza a ser visto como una amenaza. La visión negativa y el rechazo a los migrantes, que vemos incrementarse en EE.UU. y Europa, hasta el punto de reavivar conductas fascistas y xenófobas, es un claro ejemplo de esta lógica del primero yo o mi grupo. Teniendo esto en cuenta, ahora que no estamos en un tiempo de bonanza económica, los uruguayos tendremos que ponernos en alerta para que no surjan en nosotros actitudes similares ante los inmigrantes que han llegado y que muy probablemente seguirán llegando a nuestro país.
En el gesto de Jesús aparece, además, un tercer parámetro que se relaciona con la noticia del comienzo acerca de la actual “deuda ecológica”. Este otro rasgo de una lógica alternativa podría plantearse así: con poco se puede hacer mucho o hay que hacer más con menos. Esta es una obligación permanente no sólo porque las necesidades suelen ser superiores a los recursos, sino también, porque debemos ser conscientes de que tener mucho no garantiza hacer mucho, ni asegura una distribución de la riqueza más justa y equitativa ni un generalizado acceso al bienestar. Por el contrario, “lo mucho”, más que a la justicia, suele inducir al egoísmo y al derroche. Esto se evidencia a diario en los más diversos órdenes y, de modo muy especial, en el orden económico y ecológico.
Esta premisa de tenemos que hacer más con menos es, en el fondo, la razón de ser de la economía, porque su función básica es posibilitar la atención de la mayor cantidad de necesidades con los limitados recursos disponibles, sin poner en riesgo la sostenibilidad de dichos recursos. Economía es administrar con justicia y equidad los bienes, preservando los recursos de la casa común donde vivimos, ya sea a nivel familiar, nacional o planetario. ³
Es acertada y es coherente con esa nueva lógica que propone Jesús la visión de las teorías económicas que hoy sostienen que no es sustentable el crecimiento económico ilimitado como vía para satisfacer las necesidades de las grandes mayorías. Pretender crecer más y más, producir más y más, para poder tener más y consumir más no nos conduce a la justicia; irremediablemente nos lleva al colapso ecológico. Para alcanzar una economía que preserve la sostenibilidad de los recursos naturales, que en mayor o menor medida siempre son recursos agotables, en algún punto hay que dejar de crecer más para comenzar a crecer mejor, de manera más armoniosa y justa.
Pero esa lógica alternativa sólo será viable si la bajamos de la teoría y la convertimos en un estilo de vida concreto y cotidiano, muy diferente, por supuesto, al que promueve la mentalidad de nuestro tiempo.
Cerremos esta carta con dos características del estilo de vida que bien podríamos calificar de evangélico por ser consecuente con el gesto de Jesús.
La primera es la sobriedad. En un tiempo tan inclinado a la desmesura del consumo y al derroche de los recursos, la sobriedad se vuelve una conducta revolucionaria. En la sobriedad se prioriza la calidad por sobre la cantidad, la sencillez por sobre la opulencia y la farandulización de nuestra cultura, y la moderación por sobre la ausencia de límites.
La segunda es la comprensión de que la felicidad radica en alcanzar una convivencia más justa y armoniosa, más que en tener mucho y consumir mucho. Si no estoy bien con los demás, mis posesiones y mis logros siempre estarán acompañados de un dejo de infelicidad e insatisfacción.
El gesto de Jesús de alimentar a la multitud con tan escasos recursos nos desafía a un cambio de conciencia social, económica y ecológica; un cambio que necesariamente debe traducirse en un estilo de vida que posibilite la satisfacción de las necesidades de todos y que también haga posible saldar con el planeta esa deuda ecológica que tan peligrosamente continúa creciendo.
Una frase de Gandhi sintetiza maravillosamente esa nueva lógica y ese estilo de vida evangélico:
«Vive más sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir».
¹ La expresión más clara y precisa en español es «sobregiro», en lugar de «sobrecapacidad». Ver el artículo completo
² Los otros tres Evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) muestran de manera explícita que los discípulos consideraron casi absurda la intención de Jesús de alimentar a toda aquella gente.
³ La palabra “economía” viene del término griego oikos, que significa casa. La economía es la administración de los recursos presentes en la casa de todos de modo que alcancen para todos.
Pr. Raúl Sosa
Agosto de 2018
Categorías: Reflexiones