Una mujer derrama perfume sobre Jesús
En este quinto y último domingo de cuaresma, nos preparamos para nutrir nuestra fe con el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús guiados por el relato de la mujer que unge a Jesús (Mc 14:3-9) y reflexionamos sobre cómo concibe el cristianismo el misterio de Dios y de la fe.
Dice el texto que la mujer, adelantándose a la proximidad de la muerte de Jesús, hizo lo que pudo, hizo un pequeño gesto de amor que llenó aquel momento de humanidad, a pesar de que algunos de los presentes consideraron aquel gesto tan limitado como inútil. Contrariamente, Jesús declara que lo que la mujer hizo no solo no fue en vano, sino que tenía futuro y dimensión de eternidad. Tanto, que su gesto estaría presente cada vez que se anunciara el evangelio.
Las palabras de Jesús revelan el centro y la singularidad del misterio de Dios según la fe cristiana: la grandeza inconmensurable de Dios, de su gracia y de su amor cabe en cada pequeño gesto de amor. Ese Dios que es inabarcable, que desborda toda concepción y estructuración religiosa, se ajusta plenamente a lo pequeño, ha encontrado su horma en lo pequeño.
Por lo cual, cada acción de amor que ensayamos, cada compromiso con lo humano que asumimos, por pequeños o limitados que sean, no se pierden porque Dios los integra a su amor y a su proyecto redentor y humanizador.
¡Qué maravilloso y desafiante misterio!
Categorías: Reflexiones